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.Silenciosa pero decididamente, me puse en la fila de segundo, rogando Dios que cegara a las monjas para que nome vieran.El timbre sonó y pasé inadvertido.La fila de segundo se puso en marcha y YO avancé con ella.« ¡Toma!-pensé-.Si sale bien, me meto en la clase de segundo, me siento y ya nadie podrá echarme.» En el momento en que medisponía a cruzar la puerta de la escuela, sentí que una mano me sujetaba por el cuello del abrigo.Era la hermana.-Creo que te has equivocado de fila, Michael -dijo con firmeza-.Vuelves a estar en primero.Empecé a protestar.Mis padres se habían equivocado, le aseguré.De hecho, no eran mis verdaderos padres.Durante los siguientes doce años me senté en clase e hice mi trabajo, constantemente preocupado por hallar el modode escapar.En cuarto, fundé un periódico clandestino.Lo cerraron.Lo volví a intentar en sexto.Lo cerraron de nuevo.Enoctavo no sólo empecé otra vez, sino que convencí a las hermanas de que me dejaran escribir una obra teatral para la clasecon el fin de representarla en Navidad.La obra trataba de una convención de ratas de todo el país que se celebraría en laparroquia de Saint John.El sacerdote puso fin a la tentativa y volvió a cerrar el periódico.Decidió que, en lugar de montarmi obra, mis amigos y yo tendríamos que salir a escena, cantar tres villancicos y dejar el estrado sin decir ni mu.Decidíorganizar a media clase para que se quedase callada en medio del escenario.Así pues, salimos y nos negamos a cantar losvillancicos como protesta silenciosa contra la censura sufrida.Hacia la segunda canción, intimidados por las severasmiradas que los padres nos lanzaban desde la platea, la mayoría cedió y empezó a cantar, y ya hacia la tercera también yocapitulé y me sumé al coro de Noche de paz, prometiéndome seguir con la lucha otro día.Como todos sabemos, el instituto es una suerte de castigo sádico y cruel impuesto a los adolescentes por adultos quebuscan vengarse por no poder llevar una vida despreocupada de disfrute irresponsable.¿Qué otra explicación puede haberpara esos cuatro años de comentarios degradantes, abuso físico y la convicción de que eres el único que no folla?Tan pronto como entré en el instituto -y en la enseñanza pública- me olvidé de todas mis quejas acerca de la represión porparte de las hermanas del Saint John; de pronto, todas me parecían unas santas.Ahora me enfrentaba a los riesgos de uncorral atestado con más dos mil adolescentes.En tanto que las monjas habían dedicado sus vidas a enseñar abnegadamentesin esperar recompensa terrenal alguna, los mandamases del instituto tenían una simple misión: «Ata a esos capullos comoperros, enciérralos hasta doblegar su voluntad y que vayan a pudrirse como peones a una fábrica de plásticos.» Haz esto,no hagas eso, ponte la camisa por dentro, borra esa sonrisa de tu cara, dónde está tu permiso, ESTE PERMISO NO ESVÁLIDO: CASTIGADO.FICHAS COLECCIONABLEDERECHOS DE LOS ESTUDIANTESComo estudiante estadounidense probablemente no sepas demasiado acerca de la Constitución o de tusderechos civiles, de modo que aquí tienes una guía práctica basada en información procedente de la de la UniónAmericana para las Libertades Civiles (ACLU).Si deseas conocer más detalles sobre los derechos de losestudiantes en lo tocante a normas de vestir, expedientes escolares y discriminación basada sexual, contacta contu sección estatal de la ACLU o infórmate en sus página web www.aclu.org/studentes/slfree.html" La primera enmienda de la Constitución garantiza el derecho a la libertad de expresión y a la asociación libre.Según el Tribunal Supremo de EEUU, estos derechos también te benefician a ti, el estudiante." En 1969, el tribunal supremo sentencio que la primera enmienda es aplicable también a los estudiantes de lasescuelas públicas.Los colegios particulares tienen mayor libertad de acción para establecer sus propios códigos." Los estudiantes de las escuelas públicas pueden expresar sus opiniones oralmente y por escrito (en folletos,chapas, camisetas) en la medida en que no perjudiquen  material y sustancialmente las clases u otras actividadesescolares." La dirección puede prohibir a los estudiantes el uso de  lenguaje vulgar o indecente , pero en el caso decontroversia no puede censurar a una sola de las partes." Si tú y otros estudiantes editáis vuestro propio periódico y deseáis repartirlo en la escuela, la dirección no puedecensuraros ni prohibir su distribución (a menos que sea  indecente o que su distribución afecte el buen desarrollode las actividades escolares).Un día llegué a casa del instituto y me puse a leer el periódico.Un titular rezaba: «Aprobada la 26 a Enmienda.Laedad de voto se rebaja hasta los 18.» Debajo de éste había otro: «Ante su inminente retiro, el presidente de la junta escolarllama a elecciones.»Hmm.Telefoneé al secretario del condado. 41-Oiga, dentro de unas semanas cumplo los 18.Si puedo votar, ¿quiere eso decir que también puedo presentarme alcargo?-Déjame ver -dijo la dama al teléfono-.¡Esta pregunta es nueva! -Hojeó unos papeles y regresó al auricular-.Sí-respondió-, puedes presentarte.Sólo necesitas recoger 20 firmas para que se registre tu nombre.¿Veinte firmas? ¿Ya está? No tenía ni idea de que presentarse al cargo requiriese tan poco trabajo.Conseguí misfirmas, entregué mi solicitud y lancé mi campaña.¿Mi lema? «Despidan al director y a su asistente.»Alarmados ante la idea de que un alumno pudiera encontrar medios legales para echar a los mismos administradoresque le amargaban la vida, cinco «adultos» decidieron presentarse a su vez.Naturalmente acabaron dividiendo el voto adulto por cinco y gane el apoyo de todos los colgados de edadescomprendidas entre 18 y 25 (que quizá no volvieran a votar jamás, pero estaban entusiasmados ante la posibilidad demandar a galeras a sus guardianes)El día siguiente de mi victoria, caminaba yo por el pasillo de] de la camisa ostentosamente por fuera de pantalones (mequedaba una semana como estudiante) cuando me crucé con el asistente del director.-Buenos días, señor Moore -saludó lacónicamente, cuando hasta el día anterior mi nombre había sido «Eh, tú».Ahora,yo era el jefe.A lo nueve meses de mi elección, el director y su asistente habían entregado sus cartas de renuncia, un mecanismodestinado a salvar las apariencias en los casos en que a uno se le «pide» después, el director sufrió un infarto y murió.Le conocía de siempre.Cuando yo tenía ocho años, nos dejaba a mi y a mis amigos patinar y jugar al hockey en elpequeño estanque de detrás de su casa.Era cordial y generoso, y siempre dejaba la puerta de su casa abierta por si algunode nosotros necesitaba cambiarse los patines o por si nos daba frío y queríamos resguardarnos.Años después, me pidieronque tocara el bajo en un grupo, pero como yo no tenía el instrumento, él me prestó el de su hijo [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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