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.Varias flechas de los arqueros hospitalarios haban encontradosu blanco liquidando una docena de piratas.A pesar de todo, los cor-sarios no se daban por vencidos y se preparaban para la matanza.Cuerdas con arpones de cuatro ganchos en los extremos eran lan-zadas a travs del espacio que separaba a las naves, que se iba estre-chando rpidamente.Varios de aquellos arpones se engancharon endistintas partes de las defensas del carguero; uno de ellos ensartó aun marinero a la baranda de babor.Las galeras piratas no sospechaban la estratagema de Belami deesconder a los soldados.Los gritos de triunfo, cuando la tripulaciónmora se alineaba ante la borda, denotaban una excesiva confianza.Al acercarse las naves piratas para el abordaje, se quebraron variosremos de los galeotes, lo que causó varias vctimas entre los esclavosencadenados.Un enjambre de corsarios se mantenan junto a la bor-da, dispuestos a saltar a los costados altos del carguero.Los arqueros hospitalarios no dejaban de arrojar una lluvia deflechas mortales.Muchos piratas lanzaban su ltimo grito de guerracuando las cortas flechas se clavaban en los morenos cuerpos, ligera-mente protegidos.Aun as, hordas de corsarios trepaban por las sogaso se lanzaban hacia la nave de los hospitalarios colgados de las cuer-das de su galeote.Siguiendo la tctica habitual en aquellas costas, el ataque se pro-duca sincronizado por ambos lados; cada galeote mandaba simult-neamente una horda de piratas a travs del estrecho espacio que lesseparaba de sus victimas.Simon se hallaba apostado en el castillo de popa del alto alczar.all, disparaba mortales flechas con su arco gals sobre los cor-112 113sarios que les abordaban.Algunas se clavaban en los costados de made-ra de la nave, pero la mayora encontraba su blanco en el cuerpo de57 algn moro que lanzaba un grito de agona.Luego Belami se lanzósobre ellos, con su hacha danesa de doble filo partiendo cascos de ace-ro, cotas de malla y escudos reforzados como si fuesen de pergamino.Junto a l, Phiippe y Pierre blandan las pesadas espadas de cru-zado con toda la destreza que Belami les haba impartido durante losentrenamientos.Desde sus escondites, el resto de las tropas de los tem-plarios surgieron de repente para encarar a los sorprendidos corsarios.Los servidores hospitalarios primero se valieron de sus lanzas; luego,a medida que las afiladas puntas atravesaban a una de sus victimas,extraan las espadas y se abran camino hasta la borda de la nave.-Manteneos juntos! -gritaba Belami-.Obligades a retro-ceder hasta la borda!El viejo Condamine, el astuto veterano hospitalario, bajó comen-do con Simon del castillo de popa y, juntos, se abrieron paso hastadonde se hallaba Belami.En un instante, se dieron vuelta las tornas.Donde los moros triunfantes abordaron la nave a docenas, ahora seapilaban los cadveres de los corsarios hasta llenar la cubierta del car-guero.A pesar de la brisa marina, la nave entera heda a cuerpos des-tripados y a muerte.De lo alto de los mstiles caan piedras y peque-os barriles de aceite hirviendo eran arrojados sobre las cubiertas deambas galeras.Durante todo el tiempo, caa una lluvia de flechas delos hospitalarios sobre las tripulaciones piratas.Con gritos de desesperación, algunos de los corsarios sorprendi-dos intentaban volver a sus galeras y muchos de ellos caan gritandoen medio de los costados chirriantes de las tres naves.-Se retiran! -gritó Belami-. Un ltimo ataque y habremosvencido!La pequea fuerza de servidores respondió con renovada furia;hasta los arqueros dejaron sus armas y blandieron las ensangrentadasespadas.De pronto, aquello se convirtió en una carnicera; una matanzade moros, desmoralizados ms all de los lmites.Las hojas de los hos-pitalarios cortaron rpidamente las amarras con garfios y las galerasse alejaron lentamente por ambos lados.Una estaba en llamas, y elfuego se volva incontrolable, al inflamarse los explosivos almacena-Jos en su bodega.La otra galera, en muy mal estado y falta de remos,bregaba por alejarse lentamente de su pretendida vctima, que tanrpidamente se haba convertido en mortal vengador.Simon y los arqueros sobrevivientes seguan disparando flechas,'abatiendo a los corsarios que pretendan apagar las llamas en ambasgaleras.-El viento! -gritó Condomine-.Mirad! Las velas se hin-chan.Con un ronco grito, los hospitalarios y sus aliados ayudaron a afir-mar las velas, y el pesado carguero se desplazó lentamente hacia ade-lante, y no tardó en dejar muy atrs a las devastadas galeras.Una deellas se estaba hundiendo.La otra estaba en un estado catastrófico.Sin aliento, a causa del esfuerzo, con las pecheras de malla sal-picadas de sangre, mientras aspiraban anhelantes el aire fresco delmar, los cruzados victoriosos se entretuvieron a abrazar a sus cama-radas y hacer una evaluación del costo de la derrota de los corsarios.Veinte hospitalarios, entre arqueros y soldados, yacan muertos.Una docena ms estaban heridos, algunos seriamente.Con horror,Simon descubrió que Philippe era uno de ellos, con una flecha moradavada entre las costillas.Le sostena un lloroso Pierre de Montjoie, entanto que Condamine y Belami atendan a los heridos.Mientras Simonse inclinaba sobre su agonizante amigo, los ojos de Philippe se abrie-ron, parpadeando, con un interrogante en las veladas profundidades.-Vencimos! -dijo Belami-.Les mandamos de vuelta al infier-no, camarada!-Dios sea loado! -musitó Philippe, y se sonro.Su leve sonrisa adquirió el rictus de la muerte al ser abrazado porel Angel Oscuro.Vertiendo lgrimas libremente, Pierre y Simon abra-zaron a su querido amigo.El servidor hospitalario se llevó a Belami aparte.-Les sepultaremos en el mar.Es nuestra costumbre.-A Phiippe de Mauray no! Le promet llevarle a Tierra Santay all ser enterrado el muchacho.-Lo que t digas, Belami -dijo el hospitalario-.Tenemos unbarril de agua vaco.Pondremos al valiente muchacho en salmuera.58 Y as lo hicieron: vertieron sal en abundancia en el agua convinagre y con sumo cuidado introdujeron el cuerpo de Philippe en114 115la mezcla conservadora [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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