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.Por la noche su puerta tenía el cerrojo echado y no había luz.Supuse que estabaen la enfermería, pero no me atreví a comprobarlo.Antoine dice que Clémente sigue siendoincapaz de hablar de forma racional, y que alterna largos períodos de letargo con intervalosde delirio desaforado y alerta.Durante esos ratos tienen que atarla a la cama por miedo a quese haga daño.A menudo se arranca la ropa, se descubre y se sacude enérgicamente en el aire,como si la montase un amante demoníaco.En esos casos grita o gime con profundo placer, ose araña la cara en plena agonía de desprecio de sí misma.Lo mejor es atarla, pese a quesuplica que la suelten; vuelve al cabeza de un lado a otro y escupe con asombrosa precisión aquien osa acercarse.No estoy autorizada a visitarla.También han retirado a Antoine de la enfermería, si bienVirginie sigue teniendo a su cargo a la posesa.Antoine me lo cuenta con maliciosa satis-facción: Ciértamente parece enloquecida, y es posible que nunca recobre la cordura.Al me-nos es lo que asegura Virginie.Cuando lo comenta, los ojos de Antoine se vuelven pequeñosy miserables.Se ha ofrecido voluntariamente a ayudar en la enfermería: lava mantas yprepara caldos para la enferma; caldos en los que, sin el menor atisbo de duda, introduce ladosis pertinente de dondiegos de día.Con su nueva voz maliciosa comunica que la bella Clemente ya no es tan hermosa, que surostro quedará marcado por el ataque constante de las uñas y que se le cae el pelo amechones.Me habría gustado visitarla, tal vez consolarla o explicar a su rostro arrasado queno fue culpa mía.¿De qué serviría? Está claro que la mano de Antoine le administró la dosis, pero fui yoquien proporcionó los medios.Y en las mismas circunstancias volvería a hacerlo.LeMerle losabe y guarda sabiamente las distancias.Ha vuelto a abrir un abismo en mi fuero íntimo, hadescubierto en mis entrañas el tenebroso presupuesto de las posibilidades.No padecerás por tener que vivir con una bruja.Giordano solía decir que, en hebreo original, la palabra bruja significa «envenenadora».Me pregunto si en este momento Giordano reconocería a su discípula.175 JOANNE HARRIS La Abadía de los AcróbatasCAPÍTULO 412 de agosto de 1610Tal como esperaba, mis asuntos se despliegan según lo previsto.La madre Isabelle semuestra dócil.al menos de momento.Dedica la mayor parte del tiempo a rezar y no seocupa de su grey, cada vez más ingobernable.El acceso a Clemente está limitado, incluso mecuesta administrarle las dosis necesarias, y sus delirios son cada vez más violentos.Agudizo los temores de mi discípula con tradiciones y tonterías recogidas de cien librossagrados y profanos.Aunque aparente aplacar sus terrores, los alimento ingeniosamente conanécdotas y fantasías.El mundo está plagado de horrores: hogueras, envenenamientos,embrujamientos y hechizos malignos; di cuál prefieres y el padre Colombin lo conocerá,como también sabe exactamente la manera de insuflarles vida.Una trayectoria con altibajospuede ofrecer combustible útil para estas supercherías; al fin y al cabo, en una de las veladasde madame de Sévigné, incluso conocí al célebre jurisconsulto Jean Bodin.y me aburrísoberanamente con la prolijidad de su discurso.El resto lo he tomado de las grandesficciones de la historia: Esquilo, Plutarco, la Biblia.Clemente desconoce que los nombresdemoníacos que pronuncia en su frenesí son, en su mayor parte, ni más ni menos que loscalificativos secretos y olvidados de Dios, que renacen como blasfemias en su mentetorturada.Hace días que mi discípula apenas concilia el sueño.Tiene los ojos enrojecidos yhundidos.Su boca está pálida como una cicatriz.A veces me doy cuenta de que me observa,se figura que secretamente.Me pregunto si sospecha algo.Sea como fuere, en su caso ya esdemasiado tarde.Una dosis del dondiego de día como la que le administro a Clementebastaría para sofocar su revuelta, aunque sólo se la daría en caso de extrema urgencia.Quieroque a Arnault le caiga del cielo.Me refiero al fin de sus expectativas.Espero que ocurra deforma irrevocable.Paradójicamente, mi discípula extrae todo el consuelo posible de la fiesta del domingo, latan esperada festividad de la Virgen.Puesto que nuestra abadía ha sido recuperada de lasmanos de la santa apóstata, Marie-de-la-Mer, contaremos con la intervención personal de laSanta Madre en nuestros lamentables asuntos.Al menos es lo que siente, y redobla sus ora-ciones.Mientras tanto, refuerzo nuestras defensas espirituales con numerosos conjuros enlatín e ingentes cantidades de incienso.No debemos permitir que en el día más sagrado denuestra abadía penetre una fuerza demoniaca.Juliette vino a buscarme a mis aposentos a primera hora de la mañana.Supe que lo haría.La esperaba y la miré tras levantar la cabeza de una numerosa pila de libros.Estaba impe-tuosamente recatada con el griñón limpio y almidonado y ni un solo rizo descarriado suavi-zaba el óvalo de su rostro pálido y rígido.Sin duda tenía que ver con Perette, me dijecauteloso, y supe que debía fijarme en dónde pisaba. Juliette, ¿ya ha salido el sol? La estancia parece más luminosa que hace unos instantes.Su expresión me indicó que no era momento para lisonjas.176 JOANNE HARRIS La Abadía de los Acróbatas Ya está bien. Su voz sonó tajante, aunque noté que de angustia más que de cólera.Tienes que mantener a Perette al margen de esto.No comprende el peligro al que se expone.¡Piensa en los riesgos que correría si la descubrieran!  Todo quedó en agua de borrajas.¡Ya está bien, LeMerle, debes entender que sólo es una niña!Vaya, de eso se trataba.Había hablado su instinto maternal.Intenté conducirla en otradirección. Isabelle no se encuentra bien  expliqué amablemente.Mientras reposa en sus apo-sentos, podría organizar las cosas para que tú.para que Antoine y tú salierais un rato.Porejemplo, para que llevéis una cesta con alimentos a un pobre pescador y su familia.Me miró un segundo y percibí desesperación en sus ojos.Luego meneó la cabeza. Es típico de ti, LeMerle  comentó sin ardor.¿Qué ocurrirá cuando me hayas quitadodel medio? ¿Otra aparición? ¿Otra misa bailada?  Volvió a negar con la cabeza.Te conoz-co  acotó con tono bajo.Contigo no hay nada gratuito.Querrás algo a cambio y despuésalgo más y entonces.La interrurñpí:-Querida, te confundes con respecto a mis intenciones.Sólo lo he planteado porque estoypreocupado por ti.Juliette, ya no representas un peligro para mí: a estas alturas eres tanculpable como yo.Al oírme levantó la barbilla [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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