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.¿No es asícomo dicen?LA PORTERA: Usted ha venido aquí a dar un mitin y a soliviantar con alicantinas aestas pobres mujeres, que harto tienen con sus penas y sus deudas.BASILIO SOULINAKE: Puede usted seguir hablando, señora portera.Ya ve ustedque yo no la interrumpo.Aparece en el marco de la puerta el cochero de la carroza fúnebre: Narices de borracho,chisterón viejo con escarapela, casaca de un luto raido, peluca de estopa y canillejasnegras.EL COCHERO: ¡Que son las cuatro, y tengo otro parroquiano en la calle de CarlosRubio!BASILIO SOULINAKE: Madama Collet, yo me hago responsable, porque he visto yestudiado casos de catalepsia en los hospitales de Alemania.¡Su esposo de usted, miamigo y compañero Max Estrella, no está muerto!LA PORTERA: ¿Quiere usted no armar escándalo, caballero? Madama Collet, ¿dóndetiene usted un espejo?BASILIO SOULINAKE: ¡Es una prueba anticientífica!EL COCHERO: Póngale usted un mixto encendido en el dedo pulgar de la mano.Si seconsume hasta el final, está tan fiambre como mi abuelo.¡Y perdonen ustedes si hefaltado!EL COCHERO fúnebre arrima la fusta a la pared y rasca una cerilla.Acucándose anteel ataúd, desenlaza las manos del muerto y una vuelve por la palma amarillenta.En layema del pulgar le pone la cerilla luciente, que sigue ardiendo yagonizando.CLAUDINITA, con un grito estridente, tuerce los ojos y comienza a batirla cabeza contra el suelo. CLAUDINITA: ¡Mi padre! ¡Mi padre! ¡Mi padre querido! ESCENA DECIMACUARTAUn patio en el cementerio del Este.La tarde fría.El viento adusto.La luz de la tarde,sobre los muros de lápidas, tiene una aridez agresiva.Dos sepultureros apisonan latierra de una fosa.Un momento suspenden la tarea: Sacan lumbre del yesquero, y lascolillas de tras la oreja.Fuman sentados al pie del hoyo.UN SEPULTURERO: Ese sujeto era un hombre de pluma.OTRO SEPULTURERO: ¡Pobre entierro ha tenido!UN SEPULTURERO: Los papeles lo ponen por hombre de mérito.OTRO SEPULTURERO: En España el mérito no se premia.Se premia el robar y elser sinvergüenza.En España se premia todo lo malo.UN SEPULTURERO: ¡No hay que poner las cosas tan negras!OTRO SEPULTURERO: ¡Ahí tienes al Pollo del Arete!UN SEPULTURERO: ¿Y ése qué ha sacado?OTRO SEPULTURERO: Pasarlo como un rey siendo un malasangre.Míralo,disfrutando a la viuda de un concejal.UN SEPULTURERO: Di un ladrón del Ayuntamiento.OTRO SEPULTURERO: Ponlo por dicho.¿Te parece que una mujer de posición sechifle así por un tal sujeto?UN SEPULTURERO: Cegueras.Es propio del sexo.OTRO SEPULTURERO: ¡Ahí tienes el mérito que triunfa! ¡Y para todo la mismaley!UN SEPULTURERO: ¿Tú conoces a la sujeta? ¿Es buena mujer?OTRO SEPULTURERO: Una mujer en carnes.¡Al andar, unas nalgas que letiemblan! ¡Buena!UN SEPULTURERO: ¡Releche con la suerte de ese gatera!Por una calle de lápidas y cruces, vienen paseando y dialogando dos sombrasrezagadas, dos amigos en el cortejo fúnebre de MÁXIMO ESTRELLA.Hablan en vozbaja y caminan lentos, parecen almas imbuidas del respeto religioso de la muerte.Eluno, viejo caballero con la barba toda de nieve, y capa española sobre los hombros, esel céltico MARQUÉS DE BRADOMÍN.El otro es el índico y profundo RUBÉN DARÍO.RUBÉN: ¡Es pavorosamente significativo que al cabo de tantos años nos hayamosencontrado en un cementerio! EL MARQUÉS: En el Campo Santo.Bajo ese nombre adquiere una significacióndistinta nuestro encuentro, querido Rubén.RUBÉN: Es verdad.Ni cementerio ni necrópolis.Son nombres de una frialdad triste yhorrible, como estudiar Gramática.Marqués, ¿qué emoción tiene para usted necrópolis?EL MARQUÉS: La de una pedantería académica.RUBÉN: Necrópolis, para mí es como el fin de todo, dice lo irreparable y lo horrible, elperecer sin esperanza en el cuarto de un Hotel.¿Y Campo Santo? Campo Santo tieneuna lámpara.EL MARQUÉS: Tiene una cúpula dorada.Bajo ella resuena religiosamente el terribleclarín extraordinario, querido Rubén.RUBÉN: Marqués, la muerte muchas veces sería amable si no existiese el terror de loincierto.¡Yo hubiera sido feliz hace tres mil años en Atenas!EL MARQUÉS: Yo no cambio mi bautismo de cristiano por la sonrisa de un cínicogriego.Yo espero ser eterno por mis pecados.RUBÉN: ¡Admirable!EL MARQUÉS: En Grecia quizá fuese la vida más serena que la vida nuestra.RUBÉN: ¡ Solamente aquellos hombres han sabido divinizarla!EL MARQUÉS: Nosotros divinizamos la muerte.No es más que un instante la vida, laúnica verdad es la muerte.Y de las muertes, yo prefiero la muerte cristiana.RUBÉN: ¡Admirable filosofía de hidalgo español! ¡Admirable! ¡Marqués, no hablemosmás de Ella!Callan y caminan en silencio.LOS SEPULTUREROS, acabada de apisonar la tierra,uno tras otro beben a chorro de un mismo botijo.Sobre el muro de lápidas blancas, lasdos figuras acentúan su contorno negro.RUBÉN DARÍO y EL MARQUÉS DEBRADOMÍN se detienen ante la mancha oscura de la tierra removida.RUBÉN: Marqués, ¿cómo ha llegado usted a ser amigo de Máximo Estrella?EL MARQUÉS: Max era hijo de un capitán carlista que murió a mi lado en la guerra.¿Él contaba otra cosa?RUBÉN: Contaba que ustedes se habían batido juntos en una revolución, allá enMéjico.EL MARQUÉS: ¡Qué fantasía! Max nació treinta años después de mi viaje a Méjico.¿Sabe usted la edad que yo tengo? Me falta muy poco para llevar un siglo a cuestas [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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