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.- ¿No habla nuestra lengua?- Creo que la entiende un poco, pero jamás abre la boca.Es probable que alguien seriera de él cuando lo intentó.El sacerdote sonrió de nuevo.- Querida mía, tu sabiduría es mucho mayor de la que corresponde a tu edad.Amigomío, no tenemos más vino.El que teníamos fue bebido la noche pasada en honor del dioso se derramó en las libaciones.Si deseas beber algo esta mañana, deberás conformartecon el agua.Ahuecó su mano y luego le dio la vuelta como si estuviera derramando vino sobre elsuelo y acabó señalando hacia el lago.El hombre negro asintió como deseando demostrar que le había entendido pero sequedó inmóvil donde estaba.- Cuando los insondables poderes del dios - prosiguió el sacerdote - hicieron apareceraquí a nuestro amigo como ejemplo, estaba a punto de explicar que nuestro dios esllamado comúnmente el Rey de Nysa.¿Sabe alguno de vosotros dónde se encuentraNysa?Tanto la joven como yo admitimos nuestra ignorancia.- Se encuentra en el país de los hombres negros, siguiendo por el río que da nombre ala Tierra del Río.Nuestro dios fue concebido cuando El Que Desciende se fijó duranteuno de sus viajes en cierta Semele, una princesa hija del rey que gobernaba en nuestraciudad de las siete puertas.En ese tiempo éramos una monarquía, ¿comprendéis? - Elsacerdote tosió levemente -.El Que Desciende se disfrazó a sí mismo como un meromonarca terrenal y visitó el palacio real de su padre haciéndose invitar; así logróseducirla, aunque no llegaron a casarse.La joven movió la cabeza con gesto algo triste.- Ay, su esposa Teleia llegó a enterarse de todo.Algunos dicen, por cierto, que Teleiaes también la Madre Tierra y la Gran Madre, aunque en mi opinión esto es un error.Tantosi estoy en lo cierto como si no, Teleia también decidió disfrazarse y adoptó la forma decierta anciana que había sido nodriza de la princesa.«Tu amante pertenece a una realeza más alta que la de la tierra», le dijo a la princesa Semele.«Hazle prometer que terevelará.»Un hombre bastante apuesto y más joven que el sacerdote se había unido mientras anuestro grupo, trayendo con él una mujer cuyo pelo era oscuro como el de las demásmujeres presentes, pero cuyos ojos brillaban como dos violetas.- Supongo que no me recuerdas, ¿verdad, Latro? - me dijo el hombre.- No - respondí.- Temía que fuera así.Soy Píndaro y soy amigo tuyo.La joven.- señaló hacia ella conla cabeza - es tu esclava, Io.Y ésta es., es.- Hilaeira - dijo la mujer.Para entonces había logrado apartar mis ojos de los suyos yme di cuenta de que estaba intentando ocultar sus senos sin que se notara demasiadoque lo hacía -.No se suelen intercambiar nombres durante las bacanales pero ahora yaes posible hacerlo.Me recuerdas, ¿verdad?- Sé que dormí a tu lado y te cubrí al despertar - repuse.- Fue herido por la Gran Madre - explicó Píndaro -.Lo olvida todo muy de prisa.- ¡Oh, qué terrible! - exclamó Hilaeira, pese a lo cual pude darme cuenta de que lealegraba comprender que había olvidado nuestros actos de la noche anterior.Mientras nosotros habíamos estado hablando, el sacerdote había continuado su charla,instruyendo a Io.-.y le dio al niño divino la forma de un niño humano - dijo en esos momentos.Io debía de haber estado escuchándonos, pues se volvió hacia nosotros y dijo en vozmuy baja:- Escribe las cosas para recordarlas.Amo, ayer estuviste sentado durante largo tiempo,escribiendo.Luego se te acercó esta mujer y tú enrollaste tu pergamino.- Teleia, la Reina de los Dioses, no se dejó engañar.Con hierbas aromáticas y miellogró atraer al niño, haciéndole llegar por fin a la isla de Naxos, donde estaba esperandosu guardia personal a las órdenes de su hija, la Señora de Pensamiento.Los últimos adoradores estaban ya incorporándose y muchos parecían tan cansados yenfermos que no pude menos que pensar en un ejército derrotado al ver su aspecto.Tuvela sensación de que en el pasado había visto algo parecido a un ejército, pero cuandointenté recordarlo lo único que logré fue ver a un muerto tendido junto al sendero y a otrohombre de barba ensortijada que estaba ensillando su montura.El hombre negro, al que la historia del sacerdote no debía de haber tardado en cansar,se había ido hasta el lago para beber.Cuando se volvió me indicó con una seña que melevantara.- Dijo que ella era tu esclava - susurró Hilaeira, señalando a Píndaro -.¿Eres tú elesclavo de ese hombre? - Al ver que no respondía a sus palabras, me dijo -: Un esclavono puede poseer esclavos y todo esclavo que llegue a comprar pertenece a su amo.- No lo sé - repliqué yo -, pero tengo la sensación de que es amigo mío [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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